Qué difícil es hacer una película medianamente objetiva sobre la guerra civil española. La hora de los valientes y Soldados de Salamina son casi la excepción dentro de un panorama escorado siempre al lado de los derrotados en la conflagración. De entrada estamos ante un film complejo. No sólo por un tema de fondo que aún levanta ampollas -ya entraremos en ello-, sino porque hay que contar la historia de varias mujeres, proporcionar datos de una y otra, y lograr trenzar el conjunto dándole forma unitaria. Esto no acaba de conseguirse. Vemos a unas pocas mujeres -no se llega a tratar de veras a las trece del título-, y se nos pinta con trazos leves su actividad política, y algunos detalles personales, en los que no está claro qué hay de veras y qué de ficción. Están Julia, cobradora de tranvías, con una hermana tuberculosa, que se echa un simpático novio requeté, que la dejará tirada cuando "pintan bastos"; Carmen, la hija de un sargento de la República; Virtudes, con un novio socialista, que se coloca de niñera en una familia franquista, para pasar inadvertida; y el caso más sangrante, Blanca Brisac, católica y de derechas, cuyo crimen es haber dado algún dinero a su cuñado comunista, para ayudarle a sobrevivir. Las encarnan un buen grupo de actrices, pero hasta el hecho de conformar un conjunto de "guapitas" perjudica a la credibilidad.
El calificativo "rancia" suele asociarse a menudo a la "derechona", pero existe cierta "progresía" a la que ese adjetivo le viene al pelo, y esta película, desgraciadamente, cae en muchos tópicos que le hacen merecedora de la palabrita "de marras". Se trata de un film que llega mientras se sigue dando vueltas en España a la memoria histórica, y a una ley sobre la misma: pero en vez de contribuir a una mirada serena al pasado, sin rencores ni revanchismos, se opta por los trazos de brocha gorda, a la hora de ridiculizar a los vencedores de la guerra: lemas y canciones como el "Cara al sol", de proclamación obligatoria; falangistas que abusan y maltratan a pobres ancianos de pueblo; la obligatoriedad para las condenadas de pasar por el sacramento de la confesión, si desean dejar una carta de despedida a los seres queridos; las torturas brutales en las cárceles... Todo ello sin un esfuerzo por tamizar el asunto, de buscar un equilibrio, siquiera sea por aquello de "no sólo ser honrado, sino parecerlo" o por no despertar la vergüenza ajena, que la despiertan varios pasajes sonrojantes. Hay cosas o modos de hacer de la propaganda, mostrados en el film, que son ciertos. Proclamas como la de "Españoles, alerta. España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior, perpetuamente fiel a sus caídos. España, con el favor de Dios, sigue en marcha, una, grande, libre, hacia su irrenunciable destino." estaban ahí, y para una mentalidad contemporánea suenan risibles, pero forman parte del modo de hacer de la época, en uno u otro bando. Y aquí la distorsión consiste en achacarlo sólo a unos, mientras los otros serían los representantes de ideales nobles de verdad, frente a la palabrería vana. Por otro lado, se diría que hay una cierta intencionalidad de entregarnos la versión "laica" de los mártires de la guerra: estaríamos antes unas mujeres que entregan su vida por la causa de la libertad; y aunque nada hay objetable al hecho de subrayar la muerte por unos ideales distintos a los de la fe, esta sensación de revancha, de que se buscar dar respuesta, una especie de "pues nosotros más", le quita fuerza a la historia.
Se puede simpatizar más con los de un lado o los del otro, pero en este tipo de filmes ayuda el "sano ejercicio" de ponerse en el lugar de la otra parte, y el trío Pedro Costa-Ignacio Martínez de Pisón-Emilio Martínez-Lázaro no acaba de hacerlo. Brilla por su ausencia lo que supuso la guerra de confrontación brutal, con los horrores perpetrados también en el lado republicano, como el de la persecución religiosa. Así, todo parece reducirse a la imposición de un régimen autoritario que elimina las libertades elementales, y a la represión de quien pretenda contradecirlo.
True story of thirteen totally normal young women that suffered harsh questioning and were put in prison under made up charges of helping the rebellion against Franco back in the 1940's. Despite of their innocence, the thirteen were soon executed without even a trace of evidence of any wrong doing.
"Emilio Martínez-Lázaro hace un ejercicio evidente de contención, incluso se muestra magnánimo con los 'malos', pero no atina, patina, justo en la parte menos ideológica." (Federico Marín Bellón: Diario ABC)
Espinozo tema para una película nacional, lástima que para el espectador medio no verá más que detalles que no le comprometen a tomar partido. Lo mejor sin duda el reparto femenino en especial Pilar López de Ayala. El Coleccionista.
2007: 4 Premios Goya: incluyendo mejor fotografía y música original. 14 nominaciones
Director: Emilio Martínez-Lázaro. Intérpretes: Pilar López de Ayala (Blanca Brisac), Verónica Sánchez (Julia Conesa), Marta Etura (Virtudes González), Nadia de Santiago (Carmen), Gabriella Pession (Adelina García), Félix Gómez (Perico), Fran Perea (Teo), Enrico Lo Verso (Cánepa), Asier Etxeandía (Enrique), Alberto Ferreiro (Valentín), Adriano Giannini (Fontenla), Goya Toledo (Carmen Castro), Bárbara Lennie (Dionisia Manzanero), Secun de la Rosa (Satur), Luisa Martín (Dolores). Guión: Ignacio Martínez de Pisón; basado en un argumento de Pedro Costa, Ignacio Martínez de Pisón y Emilio Martínez-Lázaro; inspirado en el libro "Trece rosas rojas" de Carlos Fonseca. Música: Roque Baños. Fotografía: José Luis Alcaine. País: España. Año: 2007. Duración: 132 min. Género: Drama.
ESTRENO DE LA SEMANA
En “La red social”, el director David Fincher y el guionista Aaron Sorkin exploran el momento de la invención de Facebook, el fenómeno social más revolucionario del nuevo siglo. La película se basa en múltiples fuentes y se traslada desde los pasillos de Harvard a los cubículos de Palo Alto para capturar la emoción visceral de los embriagadores inicios de un fenómeno que cambiaría la cultura actual y relatar cómo unió y después separó a un grupo de jóvenes revolucionarios. En el ojo del huracán se encuentran Mark Zuckerberg, el brillante alumno de Harvard que concibió una página web que parece haber redefinido nuestro tejido social de la noche a la mañana; Eduardo Saverin, el que fuera amigo íntimo de Zuckerberg, quien aportó el capital inicial para la joven empresa; Sean Parker, el fundador de Napster que trajo Facebook a los inversores de capital de riesgo del Silicon Valley; y los gemelos Winklevoss, los compañeros de Harvard que afirmaron que Zuckerberg les robó la idea y después le demandaron su titularidad. Cada uno tiene su propio relato, su propia versión de la historia de Facebook, pero el conjunto es mucho más que la suma de sus partes ya que es un retrato con múltiples capas de un éxito del siglo XXI, tanto por su fantasía juvenil como por sus realidades finitas.
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