Es evidente que al guionista y autor teatral Peter Morgan le fascina sumergirse en la vida de personas reales a la hora de concebir sus obras de ficción. Logros cinematógraficos como El último rey de Escocia (el dictador ugandés Idi Amín), La Reina (Isabel II de Inglaterra, Tony Blair y compañía) y Las hermanas Bolena (Enrique VIII y las hermanas del título), donde se dan la mano autenticidad e interés dramático, son buena muestra de ello. La caída del poder del presidente Richard Nixon en 1974 por el escándalo Watergate, y las entrevistas televisivas que le hizo el británico David Frost tres años después le sirvieron de fuente de inspiración para una obra de teatro, protagonizada por Frank Langella y Michael Sheen, que triunfó en los escenarios de Londres y Broadway. Para su autor, una adaptación cinematográfica era impensable, pero los esfuerzos persuasivos de Ron Howard, director, y Brian Grazer, productor, fueron positivos, y Morgan convirtió su obra en libreto cinematográfico. El resultado en celuloide es cine político de altura, aun con las inevitables simplificaciones, en la línea de títulos como Buenas noches, y buena suerte.
El planteamiento de la trama resulta apasionante, como si de un combate de boxeo se tratara, comparación que le viene al pelo al director de Cinderella Man. A la hora de pelear en el ring televisivo, tenemos a la derecha a un Richard Nixon frustrado por su retirada del poder, triste de que sus logros presidenciales se hayan visto empañados por el Watergate; es alguien que no se resigna al ostracismo, a que su mandato se reduzca, casi, a la nada, a unos hechos vergonzantes; necesitaría, y así lo ven sus asesores, un lavado de imagen cara a la opinión pública, que podría venir de una entrevista televisiva. Pero no de un entrevistador cualquiera, sino de, aspirante al título de supershowman televisivo, David Frost, exitoso por sus programas en el Reino Unido y Australia, pero con fama de frívolo y graciosete.
Hay un momento en el film, en que uno tiene la sensación de estar contemplando "lo de siempre", servido con buenos actores, estupenda reconstrucción de la época, todo el empaque que Hollywood sabe dar a las superproducciones que se toman a sí mismas en serio. O sea, una vez acordado un formato para la entrevista (horas de duración, temas a tratar, etc), vemos la preparación de los equipos de los dos contendientes, bromas, imitaciones de Nixon, declaraciones del tipo "hay que lograr que este tipo se disculpe", la chica de Frost... Todo ello desde una óptica más próxima a la del bando liberal de Frost, que a la de los defensores de Nixon. Eso sí, con un esfuerzo de equilibrio y matización: el ex presidente carece del don de gentes, transpira demasiado, dice obscenidades, piensa mucho en el dólar, abusó de las grabaciones, admitió prácticas delictivas. pero tuvo logros políticos, ama a su país, posee convicciones, es un adversario temible; y Frost es audaz al asumir el reto de la difícil entrevista, y se lleva a las personas de calle... pero tiene la inseguridad de quien se mueve en un "show business" con frecuencia superficial, nota la desconfianza de los que le rodean, es mundano y no se esfuerza todo lo que debiera en preparar sus entrevistas.
Y de pronto... Llega un momento electrizante, quizá lo mejor de la película, que anticipa de modo magistral el clímax de los pasajes reveladores de las entrevistas: la llamada teléfonica nocturna. ¿Realidad?, ¿ficción?, ¿qué más da? El caso es que sirve para establecer una inesperada conexión entre Nixon y Frost, dos personajes no tan diferentes de lo que a simple vista se diría. En ese momento, en que las interpretaciones de Langella y Sheen -que reasumen sus papeles de teatro- brillan a grandísima altura, somos conscientes de que tenemos ante nosotros a dos personas, de carne y hueso. Más o menos criticables, con virtudes y defectos, pero personas al cabo. Con esta magnífico bagaje, hasta se perdona el recurso facilón del investigador, que llega en el último momento con los documentos decisivos para encarrilar la entrevista en la dirección deseada.
Following the resignation of US President Richard Nixon, television talk show host David Frost wants to arrange a series of interviews with him to air on television. Part of the reason Frost thinks the interviews would be compelling to both the public and the television networks is that Nixon never admitted any guilt of or offered any apology for the Watergate scandal which led to his resignation. Nixon, with a few interview offers on the table, ultimately agrees to Frost's proposal partly because of the high $600,000 guaranteed appearance fee, and partly because he wants to take command of such an interview to show the world that he is still presidential so that he can resurrect his political career. Nixon believes he can railroad Frost, who is better known as a pop cultural entertainment styled interviewer than an investigative political interviewer. However, Frost has every intention on these interviews being hard hitting and pointed; in addition to his producer John Birt, Frost hires two investigative reporters known for their previous exposés on Nixon: Bob Zelnick and James Reston Jr. Nixon's chief adviser for the interviews is his current chief of staff, Jack Brennan. Prior to the interviews, ground rules are negotiated, most importantly surrounding Watergate: the total percentage of time Watergate can be discussed and the definition of what constitutes Watergate. As the four interviews progress, each side tries to manipulate the interviews to his best advantage. Behind the scenes, Frost is having difficulty with the rest of his professional life: his regular talk shows are being canceled and he has not reached anywhere near the total $2 million financing for this project. Ultimately, Frost has to finance the project with much money out of his own pocket. It isn't until a chance telephone call that the tides turn on the interviews.
"La película comienza como una fascinante mirada interior hacia el mundo de los informativos y luego se convierte en un thriller fascinante." (Roger Ebert: Chicago Sun-Times)
"Un material vibrante que funciona de forma emocionante como drama." (Ian Nathan: Empire)
"Un sensacional documento histórico (...) que sin embargo no acaba de cuajar como la excelente película que podría haber sido, debido a las sempiternas contradicciones entre lo sucedido realmente y lo que dramáticamente puede resultar más emocionante, perturbador y plausible" (Javier Ocaña: Diario El País)
"El director consigue que el diálogo que mantienen Frost y Nixon tenga la amenidad, el ritmo y la intensidad de una ficción (...) Lo mejor: Frank Langella." (Francisco Marinero: Diario El Mundo)
"Howard tiene un sentido de la puesta en escena blando como una patata frita mojada (...) Sin embargo ésta su nueva película acaba resultando decididamente crujiente, al menos cada vez que aparece en el plano Frank Langella." (Antonio Weinrichter: Diario ABC)
2008: 5 Nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, director
2008: 5 Nominaciones al Globo de Oro, incluyendo mejor película, bso, guión
2008: 6 Nominaciones BAFTA, incluyendo mejor película, actor (Langella)

0 comentarios:
Publicar un comentario